Cuidado al doblar la esquina
en cualquier calle del Centro,
podrías perder tu vida
si allí está Hocico de Cerdo.
Nacido en una granja
fruto de un incesto,
la endogamia originó
su abominable aspecto.
Por temor a ser repudiados,
ocultaron al joven efebo,
el cual parecía un infante
enviado desde el infierno.
Repleto de manchas
de un tono cárdeno,
parecía un superviviente
de algún maldito incendio.
Pero más espantoso aún
que su repugnante pellejo,
eran sus dientes afilados
y su nariz de puerco.
Su olfato era capaz
de oler todos tus miedos,
acabó desarrollando
un apetito muy concreto.
Despreciaba todo aquello
que no estaba recién muerto,
era el alma escapándose
lo que le servía de alimento.
Acabó con su familia
una noche de invierno,
engulléndoles a todos
mientras dormían en sus lechos.
Le gustó la carne humana,
devoró hasta los huesos,
sintiéndose en éxtasis
al tragarse todos sus restos.
Ahora vaga por el mundo,
vestido de pordiosero,
viajando por ciudades
que le sirven de sustento.
Cualquier callejón oscuro
le sirve de comedero,
una urbe como la tuya,
repleta de desechos.
Cuidado al doblar la esquina
en cualquier calle del Centro,
podrías perder tu vida
si allí está Hocico de Cerdo.
Este Microrrelato Poético de 200 palabras participó en el Concurso "MicroTerror IV" de "El Círculo de Escritores".
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