Nos sentimos avalados en nuestro delirio, admitiendo como pruebas inquebrantables los recuerdos de un camino sinuoso, decepcionante y angustioso. Una fosa que empezó a perforar el entorno, y que continuamos ampliando inconscientemente con nuestras propias manos, lamentando desde entonces la progresiva pérdida de nuestra energía.
Los dedos se atenazan, las uñas se quiebran, nos manchamos de polvo, tierra y barro. No es nuestro deseo, pero no podemos dejar de cavar nuestro propio nicho, de socavar nuestra integridad. Es entonces cuando nos rodeamos de alimañas...
... Serpientes que muerden nuestras extremidades y nos emponzoñan, ratas que corretean por encima de nuestra piel y la desgastan, cucarachas que se introducen en nuestros orificios corporales y plantan sus huevos, colonizándonos desde el interior...
Hacemos de nuestro descenso una agonía constante. Pero la realidad no es esa...
Hacemos de nuestro descenso una agonía constante. Pero la realidad no es esa...
LA SOLITARIA TUMBA QUE CREES QUE MERECES ES UNA GRAN MENTIRA QUE TE HAS ACABADO POR CREER.
La única verdad es que mueres por dentro porque quieres. Ese destino aciago no es real, cambia tu perspectiva, escupe tu frustración y deja de excavar.
No avances hacia el centro de la Tierra, no hay nada allí. No andes de espaldas, no es productivo.
No avances hacia el centro de la Tierra, no hay nada allí. No andes de espaldas, no es productivo.
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Muy Nieztsche el planteamiento, me gusta ;)
ResponderEliminarA mi me recuerda a las flores del mal de Baudelaire.
ResponderEliminarEs cierto, la gente nos integra y anima a cavar nuestra tumba y acabamos juntandonos con quien no merece la pena por creencia de que no merecemos nada mejor.
Es cosa de voluntad o de autoestima salir y encontrar a quien si merece la pena.
O quedarse y enseñar a las ratas a bailar al sonido de una dulce flauta...
Quizás asta ellas tengan salvación (demasiado bonito pero prefiero intentarlo u,u)