lunes, 6 de abril de 2015

Betty Bird

“Ha terminado la reunión. Nos ha pagado medio millón de dólares. Espérame, quiero hablar contigo” tecleó Frank en su smartphone. Arrancó su Mustang del 67, la única herencia que le dejó su padre, y puso rumbo a su oficina.


Había reunido pruebas de la infidelidad y la fortuna del Señor Greed, que era escandalosamente rico, ya no tendría que ser repartida en el divorcio. Y tan grande era el pastel que su trozo, aunque irrisorio en comparación, le permitiría cambiar de rumbo. Su sonrisa era inmensa al imaginar el horizonte de esperanza que se abría delante de él.


Atrás quedaría la tragedia, que vivió siendo un policía infiltrado en los bajos fondos de Los Ángeles. Cuando tratas de cazar monstruos corres el riesgo de convertirte en uno, y Frank lo hizo.


Obligado a llevar una doble vida, tomó decisiones de dudosa moral debido al esfuerzo constante de permanecer en el papel asignado sin levantar sospechas, empapándose de un submundo gris y cruel.


Olvidó quien era y se dejó llevar por su personaje, lo cual acabó con su carrera. Pudo ser peor, ya que meter entre rejas a un poli es firmar su Condena a Muerte, pero se le ofertó un trato. Perdió su honor, salvó su pellejo.


Desde entonces ha sobrevivido como detective privado, una especie de secuela para televisión de lo que fue su anterior etapa profesional. Y cuando más desesperanzado se sintió, Betty apareció en su vida. La dulce y tímida Betty Bird.


Mientras aparcaba frente a la oficina, le vino a la cabeza su primer encuentro. Como cruzó el umbral de su puerta y nada volvió a ser lo mismo. Su figura delgada y elegante se acercó a su escritorio mientras su aroma a agua de rosas parecía impregnar toda la habitación de color.


Tras escuchar “Necesito ayuda, por favor” y ver verdadera preocupación en su joven y pecoso rostro, sólo respondió “Cuénteme su problema, señorita”, pero su voz interna gritaba “Dime quien te dañó, que se las verá conmigo”.


Estaba siendo acosada, recibía cartas anónimas además de unos regalos bastante tétricos: muñecas de trapo con su imagen dentro de cajas con forma de ataúd. La policía no lo tomó en serio, afirmaban que sería una broma. Decidió buscar protección y el azar la cruzó con él.


A los dos días pilló a un tipo merodeando en su jardín mientras hacía guardia y le pegó una paliza allí mismo. No volvió a recibir nada, y se mostró tan agradecida que constantemente volvió a la oficina a hacerle compañía, ya que nadie mas parecía preocuparse por él.


Tan inteligente y diligente era que le propuso ser su socia, sólo para tenerla a su lado, pero con el contacto diario se enamoró de ella. Hoy declararía su amor.


Al entrar por la puerta de la oficina, Betty se acercó a él, le puso el dedo en la boca pidiendo silencio y le dijo “En un beso, sabrás todo lo que he callado”.


Juntó sus labios con los suyos, y tras unos segundos, le mordió el labio hasta desgarrárselo, haciéndole tambalear y caer al suelo. Cuando intentó incorporarse estaba paralizado. En la mano de Betty había una jeringuilla, que usó mientras le mordía.


Cuando le dijo “Todos pagaron la muerte de mi madre menos tu”, comprendió todo en un segundo. Era la hija de aquella puta que le costó su carrera, la que golpearon y violaron entre varios hasta la muerte.


Agredió a un desconocido, nunca hubo acosador, fue ella misma.




Agonizando en el suelo pudo ver como marchaba con su dinero, su coche... y sin poder decirle “Te quiero”.






Imagen sacada del Twitter "Car Porn" de @SexyCarBanners

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Este Relato ha obtenido los siguientes Premios:



2º Premio (Plata) en el Concurso de Relatos "Los Crímenes de la Calle Morgue" organizado por El Círculo de Escritores.








2º Premio en #fraseletreando (Categoría Relato)








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