“Ha terminado la
reunión. Nos ha pagado medio millón de dólares. Espérame, quiero
hablar contigo” tecleó Frank en su smartphone. Arrancó su Mustang
del 67, la única herencia que le dejó su padre, y puso rumbo a su
oficina.
Había reunido
pruebas de la infidelidad y la fortuna del Señor Greed, que era
escandalosamente rico, ya no tendría que ser repartida en el
divorcio. Y tan grande era el pastel que su trozo, aunque irrisorio
en comparación, le permitiría cambiar de rumbo. Su sonrisa era
inmensa al imaginar el horizonte de esperanza que se abría delante
de él.
Atrás quedaría la
tragedia, que vivió siendo un policía infiltrado en los bajos
fondos de Los Ángeles. Cuando tratas de cazar monstruos corres el
riesgo de convertirte en uno, y Frank lo hizo.
Obligado a llevar
una doble vida, tomó decisiones de dudosa moral debido al esfuerzo
constante de permanecer en el papel asignado sin levantar sospechas,
empapándose de un submundo gris y cruel.
Olvidó quien era y
se dejó llevar por su personaje, lo cual acabó con su carrera. Pudo
ser peor, ya que meter entre rejas a un poli es firmar su Condena a
Muerte, pero se le ofertó un trato. Perdió su honor, salvó su
pellejo.
Desde entonces ha
sobrevivido como detective privado, una especie de secuela para
televisión de lo que fue su anterior etapa profesional. Y cuando más
desesperanzado se sintió, Betty apareció en su vida. La dulce y
tímida Betty Bird.
Mientras aparcaba
frente a la oficina, le vino a la cabeza su primer encuentro. Como
cruzó el umbral de su puerta y nada volvió a ser lo mismo. Su
figura delgada y elegante se acercó a su escritorio mientras su
aroma a agua de rosas parecía impregnar toda la habitación de
color.
Tras escuchar
“Necesito ayuda, por favor” y ver verdadera preocupación en su
joven y pecoso rostro, sólo respondió “Cuénteme su problema,
señorita”, pero su voz interna gritaba “Dime quien te dañó,
que se las verá conmigo”.
Estaba siendo
acosada, recibía cartas anónimas además de unos regalos bastante
tétricos: muñecas de trapo con su imagen dentro de cajas con forma
de ataúd. La policía no lo tomó en serio, afirmaban que sería una
broma. Decidió buscar protección y el azar la cruzó con él.
A los dos días
pilló a un tipo merodeando en su jardín mientras hacía guardia y
le pegó una paliza allí mismo. No volvió a recibir nada, y se
mostró tan agradecida que constantemente volvió a la oficina a
hacerle compañía, ya que nadie mas parecía preocuparse por él.
Tan inteligente y
diligente era que le propuso ser su socia, sólo para tenerla a su
lado, pero con el contacto diario se enamoró de ella. Hoy declararía
su amor.
Al entrar por la
puerta de la oficina, Betty se acercó a él, le puso el dedo en la
boca pidiendo silencio y le dijo “En un beso, sabrás todo lo
que he callado”.
Juntó sus labios
con los suyos, y tras unos segundos, le mordió el labio hasta
desgarrárselo, haciéndole tambalear y caer al suelo. Cuando intentó
incorporarse estaba paralizado. En la mano de Betty había una
jeringuilla, que usó mientras le mordía.
Cuando le dijo
“Todos pagaron la muerte de mi madre menos tu”, comprendió todo
en un segundo. Era la hija de aquella puta que le costó su carrera,
la que golpearon y violaron entre varios hasta la muerte.
Agredió a un
desconocido, nunca hubo acosador, fue ella misma.
Agonizando en el
suelo pudo ver como marchaba con su dinero, su coche... y sin poder
decirle “Te quiero”.
Imagen sacada del Twitter "Car Porn" de @SexyCarBanners
--------------------------
Este Relato ha obtenido los siguientes Premios:
2º Premio (Plata) en el Concurso de Relatos "Los Crímenes de la Calle Morgue" organizado por El Círculo de Escritores.
2º Premio en #fraseletreando (Categoría Relato)
--------------------------
--------------------------
Este Relato ha obtenido los siguientes Premios:
2º Premio (Plata) en el Concurso de Relatos "Los Crímenes de la Calle Morgue" organizado por El Círculo de Escritores.
2º Premio en #fraseletreando (Categoría Relato)
--------------------------
Si te gustó este Relato, te pueden interesar también:
No hay comentarios :
Publicar un comentario