El Camino de la Ciencia sigue unos pasos definidos que se secuencian una y otra vez hasta que se llega a una explicación irrevocable bajo cualquier circunstancia, valiéndose del empirismo y la medición objetiva de los fenómenos que nos rodean (o contienen), y de la experimentación creando hipótesis que continuamente se analizan y modifican.
La Medicina sigue estos principios, y así ha sido durante siglos, habiendo contribuido al conocimiento global de tan magna disciplina millones de personas con miles de millones de comprobaciones. ¡Una autentica locura!
Básicamente se sirve de dos estrategias: tratar la causa de las enfermedades, o paliar los signos (lo observable y medible) y síntomas (lo que percibe subjetivamente el paciente). El avance, por lo tanto, siempre es seguir el método científico desde la segunda estrategia con la esperanza de que, algún día, aprendamos cuál es la causa. Llegado ese momento, la primera estrategia entra en acción y dicho mal se puede erradicar totalmente.
Con la esquizofrenia, por desgracia y como con la mayoría de las enfermedades mentales, nuestro conocimiento está aún en pañales. El miedo a "los locos y sus locuras" e incluso a la idea de desbloquear todo nuestro potencial lo ha dificultado, además de nuestra propia soberbia al no prestar atención a ciertos detalles más que relevantes.
En las últimas dos décadas se han conseguido avances que han permitido a la mayoría de ellos poder llevar vidas fuera de un psiquiátrico, mejorando con ello su calidad de vida. En el caso de los esquizofrénicos, la mejora no ha sido tan evidente como en otros colectivos, sino que ha acabado resultando un simple cambio de localización. Si, son mas "manejables", pero la propia enfermedad tiene la mejor defensa posible contra una posible cura: quien la padece no se siente un enfermo, casi nunca es capaz de reconocer su enfermedad y, mucho menos, de tratarse voluntariamente.
Su nombre significa "mente dividida", y se podría explicar su naturaleza como una fractura con la realidad. Sus signos y síntomas se dividen en positivos (cosas que antes no estaban y ahora sí) y negativos (cosas que antes estaban y ahora no).
Los primeros engloban las alucinaciones (sean visuales, auditivas, táctiles, etc…) y las ideas delirantes. Un delirio es una creencia errónea, que tiene una estructura lógica y confusamente argumentada para el enfermo pero no pertenece a nuestra realidad. Algunos ejemplos (aunque podríamos mencionar cientos de ellos) son creer que eres Napoleón, o el hijo de Dios, o que te persiguen, te observan y conspiran contra ti. Cosas que viven como reales durante sus crisis.
Los segundos representan las habilidades psíquicas y sociales que el sujeto pierde al desencadenarse la patología. Al sentirse casi siempre confusos por vivir una realidad que nadie más comparte, pierden afectividad con quienes les rodean, además de la confianza en ellos. "¿Porque confiar en alguien que me dice que no hay voces... si las estoy oyendo ahora mismo? ¡Todos me mienten!"
Apenas son capaces de conservar a sus amigos y familia, quedándose un par de personas a su lado con suerte. Todos los demás le darán por perdido, ya que esperan a alguien que nunca volverá. Y él pasa a considerar a todo el mundo "sospechoso", un enemigo en potencia. A pesar de esto, sólo un 1% son peligrosos para los demás, ya que canalizan este aspecto hacia ellos mismos, aislandose aún más del mundo real e incluso autolesionandose.
La mayoría acaban solos, con un pensamiento enmarañado, una mirada inexpresiva y esquiva, una sensación de no saber nunca que decir, o que creer. "¿Es esto real? Claro que lo es... ¿O no?". Como fantasmas cuya mente se va despedazando mientras andan, incapaces de recoger dichos pedazos. Son los pacientes que más compasión me han despertado siempre, ya que las vidas de todos ellos son una broma despiadada.
Y esta es la realidad de la esquizofrenia, lo que cualquier sanitario mental podría decirte. Y yo también, aunque hubo uno de ellos que me demostró que, aunque la Medicina no dio aún con la clave, no quiere decir que no exista ya una cura inmensa para ella.
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MILAGRO MÉDICO Nº1
(Basado en Hechos Reales)
Era un día cualquiera de Agosto, un día de trabajo más para mi. En aquella época me habían asignado a las Consultas de Salud Mental, situadas en el Hospital más agradable y cálido de Palencia, el más familiar y acogedor, San Telmo. Tenía mi propio despacho y pacientes, los cuales venían cada 14 días para realizarles un seguimiento. Además, disponía de muchos ratos libres para estudiar, leer historiales de pacientes e investigar. Estaba muy entregado en dar alivio a toda esa gente.
Bajé a fumar un cigarro, mientras hacía tiempo hasta que llegara el siguiente paciente de media mañana. Salvo a primera hora, que abría historiales a los pacientes nuevos de los psiquiatras y psicólogos, el resto del tiempo trataba a esquizofrénicos, inyectándoles una medicación intramuscular cuyos efectos duraban dos semanas y realizando un control de su estado. Si había signos de crisis, mi labor era avisar a su psiquiatra.
A mi siguiente paciente no le conocía aún, pero tenía su historial y su tratamiento, sabía que era un “esquizo”. Mientras fumaba, iba mirando a la gente que entraba a las consultas, intentando anticipar quién sería. Era un “juego” que realizaba habitualmente, y resultaba fácil ir descartando rápidamente a los candidatos, que con detalles de su apariencia y comportamiento revelaban que no lo eran.
- "... El padre acompañando a un niño... No... Ese viejo tiene andar etílico y la nariz “papanoelera”... Tampoco... Esa pareja que anda de la mano charlando y riéndose... Tampoco... ¡Ah, mira! La mirada de ese... Si, ese va a ser"
Apagué mi cigarro y, con andar calmado, subí las escaleras junto a él mientras le hablaba de lo estupendo que lucía el día. Me contestó agradablemente, pero al llegar a la bifurcación del pasillo él tomó el camino de la izquierda, y yo el de la derecha, que conducía a mi despacho. Por un par de segundos me lamenté de haber fallado mi pronóstico, y supuse que aún no había llegado.
Al llegar a la puerta del despacho y abrir con la llave, oí una voz femenina tras de mi.
- Perdona... ¿eres el sustituto de Ana?
Al girarme, me topé con una chica de unos treinta y pocos años. No era de una belleza excepcional, pero definitivamente no era poco agraciada. Se la podía considerar un prototipo de "novia mona y simpática", que a la mayoría de los padres les encantaría para sus hijos. A su lado, un hombre de su edad, varios centímetros más alto y ancho que ella. Me aguantaba la mirada con firmeza, aunque gesticulaba levemente con la boca hacia un lado, como señal de ligera incomodidad. Eran la pareja que había desechado al pasar.
- Si, soy yo, Luisma, encantado de conoceros a los dos. Pasad, por favor.
Se sentaron en las dos sillas frente a mi escritorio. Lo primero que me llamó la atención, mientras me sentaba y abría su historia, fue como ella le agarró la mano, le miró a los ojos y le sonrió. Él, instantáneamente, resopló levemente, la devolvió la sonrisa y giró sus ojos hacia mi, como aceptando el mal trago de "conocerme".
- Bueno, cuéntame. Según leo en tu historia, en la última consulta comentaste que habías visto de nuevo sombras amenazantes en las paredes... ¿ha mejorado en estos días?
- Si... Desaparecieron a los dos o tres días, aunque es algo habitual en mi... Ver esas sombras es algo que me ocurre desde hace años, y hasta hace un tiempo eran un tormento. Pensaba que eran monstruos que querían dañarme, como espíritus... Vamos, era lo que veía, ya se que eran una estupidez...
- Niño, una estupidez no eran, tu cabeza te mostraba eso como a mi se me hincha la garganta con los cacahuetes (dijo ella en un tono delicado y dulce).
- Cierto, ya se que no debo autocompadecerme, me lo dices siempre y tienes razón (le respondió nuevamente con una sonrisa). El caso es, Luisma... ¿puedo tutearte, no?.
- Si, claro. Hay confianza.
- El caso es que ya se que las sombras van y vienen, y que las vea no quiere decir que sean reales... Me siguen dando repelús cuando aparecen, pero ya apenas me dura unos segundos esa sensación la mayoría de las veces, aunque en otras resulta más dificil... Yo lo digo siempre cuando pasa, porque se que es la forma más rápida de no volver a verlas, decírselo.
- ¿Decirselo?
- Si, me refería a ella. Luego ella me anima a contarlo aquí... A ella puedo decírselo siempre, a vosotros es mucho más difícil.
- Aún así fíjate que soltura y que gracia tiene contigo. ¿A que no se le nota a este grandullón su enfermedad? Anda que no lo hemos trabajado, ¿verdad niño? (dijo ella mirándole a los ojos con orgullo).
- Si os soy sinceros, no es que no se te note, es que eres el caso de esquizofrenia mejor llevado que he visto nunca. Se te ve centrado, te expresas con mucha claridad y sentido común, y vistes muy arreglado. De hecho, cuando nos cruzamos abajo, no pensé que fueras tú el paciente que me tocaba ahora.
- Es que mi medicina es ella... Alguna gente se ríe cuando lo digo, porque no saben por lo que paso cada día con esto, y porque creen que las medicinas que me dan lo han hecho todo. Pero la diferencia la marca ella.
- Yo suelo decir que los dos, que somos un equipo. Han sido más de diez años luchando los dos contra esto, y los primeros años fueron realmente terribles. Mira, nos conocíamos de vista del Instituto, íbamos a clases diferentes. En un viaje al Escorial fuimos en el mismo bus, y me quedé prendada de él, se pasó todo el viaje haciendo reír a todos, me pareció el chico más bonachón del mundo. A partir de ahí, cuando coincidíamos le saludaba, pero me parecía imposible decirle mucho más ¡Que pava era jajaja!
- ¿Pero le vas a contar toda la historia al pobre?
- Si, si, contadme, me tenéis intrigado (les dije, animándoles a que me relataran lo que, a estas alturas de la conversación, estaba empezando a vislumbrar como algo verdaderamente excepcional).
- El caso es que llegó Selectividad y sus padres le exigían tanto que la presión le pudo, y fue cuando esto apareció. Le ingresaron un par de meses y, para ellos, fue como una tragedia familiar. Yo de hecho tardé un par de años en volverle a ver en un parque, él estaba sentado y yo paseaba a mi perrita. Me hizo tanta ilusión que me senté a su lado y me puse a hablar con él.
- Tuvo suerte de que a mi siempre me gustó ella... !Si nos gustaba a todos los del Instituto!. Aunque me asustó mucho que, de pronto, fuera tan abierta, cuando yo estaba muy jodido y desconfiaba de todo... Le puse las cosas muy difíciles, pero no imposibles... Siempre volvía al parque para coincidir a su paso, porque si ella me veía se atrevía a hablar... Para mi era imposible tomar la iniciativa.
- Me costó un par de años convencerle para estar juntos, él pensaba que me iba a hacer daño y que no valía nada, ganarme su confianza total fue lo más difícil. Y seguimos otros tanto años más dando pasitos. Conseguimos que trabajara, nos fuimos a vivir juntos, tenemos una hija de 4 años, lo que viene a ser la vida normal de cualquiera.
- Normal no, para mi es un milagro... Ella es la que me centra en la realidad, no las pastillas... Las pastillas me hacen ver menos cosas, o que pueda pensar con más claridad, pero siempre que dudo de cualquier cosa me fío de lo que ella dice... Si me despierto y hay una sombra en el techo, que abre la boca y me quiere comer, la despierto y ella mira donde le señalo... Después de que me confirme que no hay nada, que no es real, me quedo tranquilo... O si me atasco con un problema, le pregunto a ella, si ella me dice algo lo uso como referencia y acabo centrándome... Es a lo que me agarro cuando tengo miedo.
- Son muchos años, ha practicado un montón. Fuimos poniendo retos progresivos entre los dos y les fuimos cumpliendo gracias a la comunicación, que es la mejor herramienta para ello.
- Me habéis dejado flipado. Gracias, en serio. No tenemos ya más tiempo, es una pena, ya que nunca había visto esto. Decir que estas bien y estable es decir poco. Nunca tuve una conversación tan fluida con alguien con tu problema, ni le vi sonreír tanto, ni le vi tan realizado en su vida. Sois, porque he visto que es un logro de los dos, todo un milagro médico como bien decías. Nos vemos en 14 días, pareja.
- Un placer, Luisma (exclamaron al unísono, como si estuvieran perfectamente sincronizados).
Tras cerrar la puerta, me quedé un par de minutos pensativo. Bajo los ojos de mis compañeros, esto sería calificado de éxito médico, de sus terapias y medicamentos. Bajo los míos, era un triunfo de la confianza, la empatía, el trabajo en equipo y el altruismo en sus más extremas formas. Era un triunfo del Amor.
Así llegué a la conclusión de que el Amor puede prácticamente curar la esquizofrenia. Y, siendo científico, este mismo hecho puede cumplirse en otras tantas enfermedades y trastornos.
Es por ello que, ante cualquier problema, el primer medicamento a administrar debería ser el Amor. Es gratis cuando se siente, y no tiene efectos secundarios si se aplica adecuadamente.
El Amor puede cambiar el Mundo. El mío, el tuyo y el de cualquiera.
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